"Un jugador que hace grande a un equipo es más valioso que un buen jugador. Perdiéndose en el grupo por el bien del grupo, eso es trabajo de equipo"

lunes, 25 de febrero de 2008

Hablemos un poco de religión y mujeres...

En su libro "Libertad Conquistada" Hans Küng habla sobre el celibato "impuesto" a los sacerdotes... Este sacerdote y eminente Teólogo consultor del concilio Vaticano II nos recuerda que la sexualidad es algo íntimo y personal, el celibato es una opción que se debe tomar libremente sin ninguna presión ni manipulación externa...

" La llamada sacerdotal siempre me pareció muy superior y, lógicamente, más difícil. Porque la opción del sacerdocio lleva consigo, a la vez, la gravísima opción del celibato. Y no; no es tan simple la cosa. El enamoramiento no me era desconocido, ya como alumno de instituto; y más de una vez. Por supuesto que tengo alguna idea de la incomparable felicidad que Friedrich Schiller describió con aquello de "siguió sonrojado sus pasos y sintió dichoso su saludo". Y, como más de uno, también jugué con la esperanza de que tal vez fuera posible conciliar el sacerdocio con una mujer, con ésta. Tras un par de semanas, pregunto a mi "presi", que también conoce y estima a la bonita muchacha. Y, en efecto, ¿qué va a decirme sino "decide tú mismo"? Y decidí: distanciarme. Aunque todos los días tomaba el mismo tren para Lucerna, me tragué mis lágrimas por lo cruel de la cosa y le di un beso, el único: de despedida.

Entonces nadie nos decía en la Iglesia que el celibato, según Jesús y también Pablo, tenga que ser una vocación libremente aceptada (carisma: "sólo quien pueda abrazarlo, que lo abrace"), que no debe ser norma obligatoria para quienes prestan un servicio. Los apóstoles y los primeros obispos fueron, casi sin excepción, casados. Sólo en tiempos del concilio caemos todos en la cuenta de la diferencia entre ley y carisma. Los alumnos del Colegio Germánico solíamos hacer de guías en Roma, con nuestras sotanas rojas, a grupos de mujeres y muchachas. Un día telefonearon al colegio porque el papa Pío XII "veía en peligro nuestra castidad". Más tarde, por medio de su secretario privado, el Papa hace saber que no quiere que los del Germánico guíen a mujeres. Nos quedamos perplejos. Grandes discusiones. Pero se obedece el deseo del Papa. Yo lo considero del todo incomprensible y planteo la cuestión a nuestro director de ejercicios, el padre Johannes Hirschmann, de Francfort, un conocido moralista. Me abre los ojos para siempre con una respuesta que desarma a cualquiera: los papas no están siempre libres de complejos sexuales: "castidad" puede también significar "falta de libertad interior".

En mi libro La mujer en el cristianismo he analizado los diversos paradigmas en los que, con sus luces y sus sombras, tuvo que vivir la mujer en el transcurso de la historia de la Iglesia. Estoy convencido de que el Papa y la curia perderán su lucha contra la revalorización de la mujer, igual que perdieron la que libraron contra la libertad religiosa y los derechos humanos en general. Este Papa (Juan Pablo II) ya ha causado enormes daños a las mujeres de la Iglesia con sus declaraciones rigoristas sobre control de la natalidad, aborto, homosexualidad y su afirmación de que la ordenación de la mujer es contraria a la voluntad de Dios, en cuyo apoyo no ha aportado prueba alguna."

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